Tuesday, June 12, 2007

Días de vino y chocolate

Supe que eras especial desde el día en que leí tu poema preferido y se convirtió también en el mío. Asumimos nuestros errores y dejamos visto para sentencia el tiempo de las manzanas y la luna blanca, para marcharnos a cualquier barra a emborracharnos de besos, y ayeres que te rasgaron todos los órganos del placer. Desempolvamos los zapatos de tacón y marchamos, en fila india, a crear mundos mejores y rescatar sueños perdidos.
Tuvimos valor y dijimos todas las cosas que ya comenzaban a oxidarnos la esperanza. Fuimos cruzando los almanaques y nos dedicamos a marcar con huellas ajenas todas nuestras historias de fin de semana y aquellas que se alargaron más de lo previsto. Supimos qué significaba dejar de amar, dejar de ser amadas, y corrompimos nuestros minutos en embarcaderos de chocolate que conquistábamos relatando turbadoras historias que nunca terminaban bien. Nos acostumbramos a curarnos los tiempos pasados a base de juegos de mesa y copas alzadas. Y claro, entre copa y copa de vino llegamos hasta el final del trayecto.
Ahora sólo nos queda mirarnos frente a frente y decirnos tantas cosas… que las palabras se nos resbalan de los dedos en forma de puños cerrados y labios contraídos. Porque todo concluye (y nosotras no íbamos a ser menos), pero nada se calma.
Sé que hay una pequeña barca esperándote en cualquier plaza mugrienta para llevarte a lugares mejores. A esos territorios enviaré por correo los turrones de chocolate que aquí comenzarán a pudrirse, esperándote. Te remitiré reseñas de películas que ya no veremos, músicas tristes que dejarás de convertir en alegres y mis desganas empaquetadas para que las cambies en las ganas que sólo tú sabes crear.
Y bueno, ahora sé que García Montero se equivocaba sobremanera. No es vacío lo que dejarás al marcharte, no. Dejarás un cruel hueco en el sofá lleno de los ecos de tus sonrisas. Un plato y una silla coja que esperarán que regreses para darte cobijo las noches de fisuras interminables y amantes que quieren dejar de serlo. Abandonarás jueves de batas blancas y lágrima fácil, lunes de bizcochos de frambuesa y llantos complicados, sábados de Gary Olman cruzando interminables océanos de tiempo para encontrarnos…Yo les explicaré que no eres ninguna ingrata, pero ellos seguro seguirán esperándote nostálgicos y rencorosos, ya nos conoces.
Al marcharte dejarás también un vaso negro que ya nadie llenará, comida que irá pudriéndose poco a poco, folios que escribiste y alguien colgó en un panel entre el cielo y el infierno, citas terapéuticas que no son consultorios sentimentales y el recuerdo de Tully impreso en todos los locales a los que fuimos y dejamos de ir.
Dejarás tantas cosas que me he propuesto empaquetarlas todas, poner tu nombre en una caja y usarla como peluche todas las noches. Así soñaré que a mí también me espera una barca en cualquier plaza mugrienta. Y dejarás el debido vacío que hace años recitaba Montero de esta forma todo será mucho más normal. Y como sé que odiarías que normalizara mi vida, acudirías aquí, de nuevo, a chillarme con voz angelical. Entonces yo volvería a desempaquetar todas tus huellas, reaparecerían mis ganas y en ese momento, te ataría fuerte al póster de Marilyn que nadie se atrevió a colgar nunca, para que siempre pudieras escapar arrastrando contigo todos los colores que te regalé algún día, sin que tú te dieras cuenta.
Porque supe que eras especial desde el momento en que te escuché hablar en lenguas extrañas y sonreír en mi mismo idioma, todo a la vez. Ese pudo ser el día, aunque bien visto, también es probable que fuera otro distinto.


A CarolCorazóndeLeón, porque nunca podrás sumar lo que te quiero