Saturday, September 01, 2007

Necrosis

Te veo ahí, tumbado entre las sábanas…
Delante del espejo ella se desviste, pausadamente, conocedora de las descargas que produce en tu sistema nervioso a cada trozo de tela que arroja al suelo.
Ha llegado el momento y con la respiración entrecortada levantas tu moteado cuerpo para, con mil mariposas estrellándose contra tus intestinos, acercarte serpentinamente en pos de la chica con la mirada perdida en el espejo.
Tú aún no lo sabes, pero acabas de ganar la partida. Tu rey tardará poco en comerse a la reina, y la que antes era princesita ansía con fervor el momento de la carnicería clandestina a la que está a punto de asistir.
Mentalmente, desterráis las demás piezas del tablero para establecer una contienda cuerpo a cuerpo, en igualdad de condiciones. Ella nunca ha llegado a jugar un uno contra uno y delante del espejo suspira sin que te des cuenta, porque un miedo de color púrpura comienza a hacerle cosquillas en los pies.
Tus manos inician el derretimiento de su oscura coraza de reina. A su espalda recorres, imperfectamente, una piel llena de historias que no ha vivido y señales de promesas que se negó a cumplir.
Mientras respiras en su nuca ella se da cuenta de que ha perdido la partida poco a poco, pero rápidamente. Que todos sus peones se encuentran fuera de combate y no quiere que nadie regrese a rescatarla. Porque ahora no falta ni una sola pieza. El rey acecha y ella únicamente intenta desasirse del hormigueo que aún titila en sus tobillos.
La que alguna vez fue princesa rodea todo su cuerpo hasta encontrarse frente a su adversario. Lo observa, analiza, lo respira memorizando cada partícula de olor, olfatea al contrincante sabedora de que va a engullir hasta su última célula, poco a poco, pero muy deprisa.
Todo se vuelve nuboso y comenzáis a derramaros por las sábanas de una cama que chilla de placer al poder contemplar vuestro uno contra uno a vida o muerte, que gane el mejor.
Entonces, entre el quiero y el no puedo, un deseo y muchos olvidos, ella destierra el color púrpura de sus tobillos y piensa que porqué no, igual la partida puede quedar en tablas. Pero como todos sabemos, la igualdad y los finales neutros, en el amor y la cama, son imposibles.
Se comieron las esquinas, escondieron los pudores, lamieron todas sus angustias y al final, tu sexo atravesó todos los recodos de una reina sin lamentos. Tu chica del espejo te escondió tan hondo, que incluso a ti mismo te cuesta encontrarte. Hubo fuegos artificiales, luces encendidas y alguna que otra lágrima que se quedó petrificada al borde de una cama a la que nunca regresaréis. Gimieron los placeres y aullaron los dolores, hubo embestidas que asustaron a algún vecino y suaves contoneos que, sinuosamente, iban robando a partes iguales trocitos de amígdala a cada contrincante.
Al final, se engulleron el uno al otro, el tablero quedó vacío, se alienaron con él. Plástico al plástico, derretidas corazas, perdieron y ganaron.

Ahora tú puedes contarme que perdiste alegría, ganaste en recuerdos, la echas de menos. Ella, la chica del espejo, la reina de corazones, podría detallarme los pliegues más oscuros que anidan en las comisuras de tus labios, para después contarme entre pucheros lo mucho que añora tus enormes hombros, tu pelo de oro, tus ojos de cera, tu cara de niño, tus dientes de hiena.
Seguramente nunca sabréis que lo único que ocurrió es que fuisteis poco a poco, pero muy rápido. Tan rápido como os sacudisteis todas las vísceras, tan pronto como le rozaste los pulmones con tu sexo. Tan apresuradamente…. que os precipitasteis por los acantilados en los que un día fuisteis felices.